Por Julio Zenón
Flores Salgado
En la elección presidencial
del año 2000, el PAN obtuvo en Acapulco 71 mil 455 votos, que representaron el 29.37
por ciento, muy cerca del PRI que consiguió 76 mil 827, que significaron el
31.58 y del PRD con 86 mil 541 es decir el 35.57 por ciento, como se ve un
resultado muy parejo.
En esa ocasión el
PAN ganó la elección en Zihuatanejo y quedó segundo en Chilpancingo; por
distritos federales, el blanquiazul ganó el distrito 10 de ese entonces, hoy el
4, de la zona urbana, con el 36 por ciento, por el 32 del PRD y el 27 por
ciento del PRI.
Por el contrario,
en la elección presidencial del 2006, el PAN cayó al 21 por ciento y aún así
ocupó el segundo lugar en Acapulco, por encima del PRI que apenas logró el 17
por ciento y por debajo de la alianza PRD.-PT-PC con el 53 por ciento.
Estas cifras
reflejan el impacto que tienen las campañas presidenciales sobre los índices de
votación en los municipios, lo que ahora que las elecciones de julio serán
concurrentes, significa que el partido que gane la elección de la presidencia
de la República, puede darle el jalón a su candidato a nivel local para hacerle
ganar la alcaldía. Para que eso ocurra tendrá que ver la personalidad del
candidato a alcalde en el municipio, ´pues será quien sume el plus que haga
falta para triunfar.
Ese simple
ejercicio nos hace pensar que la elección de alcalde en Acapulco será muy competida
entre el PRI, PAN y PRD, por lo cual la participación del blanquiazul no será
como en otras ocasiones meramente testimonial, ni habrá escenarios en el cual
su candidato pueda declinar por otro para hacerlo ganar.
Tal situación
implica que los partidos sean muy cuidadosos en la selección de sus candidatos
locales, por lo cual el PAN está recurriendo a poner sus siglas al servicio de
ciudadanos sin partido, lo que le convierte en este momento en el partido que mejor ejerce la democracia al servicio de
la sociedad, en tanto que el PRD está recurriendo a las encuestas –aunque ya se
sabe que se pretenden cucharear para beneficiar a los grupos mayoritarios del
partido- y el PRI, creído en la ventaja de su candidato presidencial Enrique
Peña, ha optado por la vieja fórmula de la imposición, como lo hizo con los
candidatos al Senado colocando a uno corrupto e impopular y a una
desconocida en el estado y, como
pretende hacerlo en Acapulco desdeñando las encuestas.
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