Juan
López
La impotencia es la peor humillación que la
naturaleza hace al hombre. Cancela todas las posibilidades. No deja oportunidad
de enmienda. Es el acabóse. Lo confesó recientemente el presidente de la Mesa
Directiva del Congreso local Efraín Ramos Ramírez.
“Ya no sabemos qué hacer para que los
diputados asistan a las sesiones”. Declaración de un laconismo patético,
mientras la Comisión Permanente con sólo siete legisladores hacía como que
sesionaba en el cubículo Ruiz Massieu.
En
tiempos electorales es común que los parlamentarios se escabullan en busca de
otra nómina, ante la inminencia de que sus dietas se les terminen. A ninguno de
los representantes populares le aflige el marco jurídico del Estado, sus
ausencias son por lograr el enganche a otra comisión electoral, que no los
margine de la delicia suculenta que es medrar dentro del erario en las
instituciones.
Informa Efraín Ramos que a pesar de haberles
realizado ya los descuentos salariales a los diputados faltistas, éstos hacen
caso omiso y no se presentan a las sesiones. La nulidad: “No sabemos qué hacer”
y la réplica: “Los líderes de los partidos políticos se oponen a que llamemos
en lugar de los titulare, a sus suplentes”.
Una encrucijada y revelación: el Congreso
solitario, cementerio de ilusiones vanas, ya no representa un futuro
prodigioso; más bien se trata de un término generacional. Los que se van
sufren. No quieren ni siquiera cumplir con sus obligaciones. Recuerdan a
Zeferino que, al concluir su sexenio, huyó como salteador antes de entregar la
estafeta a Ángel Aguirre.
El diputado Ramos Ramírez no sabe qué hacer;
qué medidas tomar para obligar a los faltistas a que asistan. Si no puede con
esta disciplina, cómo podrá resolver los problemas de Coyuca de Benítez, de
donde intenta ser candidato a presidente municipal.
Su ineptitud política en el Congreso desea
transferirla a Coyuca, pueblo que ninguna necesidad tiene de sufrir semejante
torpeza.
Quien no es apto para hacer cumplir los
deberes que tiene encomendados custodiar, es igual de palurdo para fracasar en
otras responsabilidades que por circunstancias políticas se le confieran.
Coyuca no debe ser el premio a un impotente que confiesa su incapacidad
profesional.
PD: “Ni puedo ni quiero”: Zeferino.
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