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Memoria y olvido, dos lecciones


    Octavio Augusto Navarrete Gorjón  (*)

  Las generaciones de jóvenes posteriores al 68 fuimos portadores de un mensaje antirepresivo que se manifestó sobre todo en los muros de las ciudades.  Nuestras consignas venían de aquella movilización y garabateábamos en las bardas las hermosas frases del mayo francés: “Prohibido prohibir”, “seamos realistas, exijamos lo imposible”.  En nuestras mentes de jóvenes rebeldes asumimos desde entonces que las paredes blancas son paredes mudas y que las paredes mudas eran paredes muertas. 
  Hubo un dibujo que hacíamos casi siempre para rematar nuestras consignas: era la cabeza de un granadero, el temido y odiado integrante de las fuerzas represivas.  Con una curva en forma de casco de un soldado nazi comenzábamos el dibujo y después lo completábamos fácilmente el rostro de perfil, con ojos, nariz, boca abierta y la lengua salida como un glifo azteca.   Unos cuántos trazos y allí estaba resumido el rostro abominable de la represión.
   La rebeldía de los muchachos de ahora me recuerda aquellos años, no sólo porque se trata, igual que ayer, de los niños mimados del sistema; también por un dibujo que los jóvenes hacen con mucha facilidad: una curva arriba, muy pronunciada en el centro, dos enormes signos de interrogación a cada lado, unas rayas en el centro simulando un rostro y ya está: es la cara de Carlos Salinas de Gortari.
   Los jóvenes que hoy protestan andan por los veinte años; es decir, en 1988 todavía no nacían cuando Carlos Salinas le robó la presidencia a Cuauhtémoc Cárdenas.  No sabemos qué retorcidos y ocultos caminos transitó el pensamiento opositor de aquellos años para manifestarse ahora con una frescura que asombra.
   Lo vemos también en el caso del general Mario Arturo Acosta Chaparro.  Con motivo de su deceso no se publicó una sola esquela; ni la Secretaría de la Defensa Nacional, ni la procuraduría de Guerrero, ni de nadie, como decía Horacio Quiroga.  El general murió innominado, que es otra forma de decir que murió en la ignominia.   Mientras tanto, Lucio Cabañas, el profesor normalista que desafió al sistema político con las armas en la mano, tiene un monumento en la ciudad que lo vio nacer.
  Lo dijo Milan Kundera en el libro de la risa y el olvido: “La lucha del hombre contra el poder es la lucha de la memoria contra el olvido”
(*) Intervención en ABC-Radio de Chilpancingo.
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