De dos
cosas no hay duda: Enrique Peña Nieto ganó las elecciones presidenciales de
este país y, las manifestaciones antipeña juegan un papel verdaderamente
crucial en la consolidación de la democracia mexicana y en rumbo que tome el
gobierno federal priista que regirá desde el 1 de diciembre de este año 2012.
Aparentemente
ambas tesis se contradicen, pero en realidad se complementan, sólo hay que
tomarlo en el marco del materialismo dialéctico.
Aun
cuando nadie puede decir que estas elecciones hayan sido limpias o equitativas,
lo que importa es que voto por voto y casilla por casilla, legalmente ganó Peña
Nieto y eso es inobjetable, así se abran todos los paquetes o se demuestren las
trapacerías adjudicadas a Soriana y a Monex: Nada de eso anularía la elección.
Por ello, Peña Nieto será presidente electo desde el 6 de septiembre y
constitucional desde el 1 de diciembre. La izquierda debe asumir eso y empezar
a trabajar hacia el futuro, hacia el 2018, en donde no hay duda, llegará a
México el primero gobierno izquierdista, tesis sostenida por muchos analistas
desde antes de iniciada la elección que acaba de terminar. Más de uno decíamos
a fines del año pasado que Andrés Manuel López Obrador, sería candidato de la
izquierda, que no ganaría y que la izquierda se consolidaría en la segunda
posición electoral nacional en tanto Marcelo Ebrard estaría aguardando la
derrota de AMLO para convertirse ahora él en el nuevo líder del proyecto
electoral de esta corriente ideológica.
Esto nos
lleva a la inevitable conclusión de que el movimiento antipeña está destinado a
la derrota final, pero no total.
De
entrada se debe reconocer que el movimiento antipeña es legal y legítimo, tiene
la razón histórica de su parte, debe demostrar legal y públicamente que las
elecciones que ganó Peña no fueron equitativas, que se violó el tope de campaña
y que el voto no fue libre sino comprado. Al final esas conclusiones no tendrán
un efecto legal en el triunfo inobjetable del priista, pero si abrirán el
camino para el perfeccionamiento de nuestro sistema electoral, con nuevas
medidas y candados para evitar en lo futuro esa inequidad y esa compra de
voto que siempre ha existido y que no sólo ha sido usada por el PRI sino por
todos los partidos políticos.
Si sólo
logra el movimiento antipeña probar esas inconsistencias, aunque no quiten el
triunfo al priista, ya habrá ganado mucho la izquierda y la democracia mexicana
pues la consecuencia lógica es tomar las medidas adecuadas para monitorear paso
a paso el gasto de campaña, por ejemplo con cortes semanales o quincenales,
para que en el momento en que se llegue al tope, el IFE frene la campaña del
infractor; es una labor nada fácil, pero técnicamente viable. Los expertos en
reingeniería administrativa saben que se puede medir el gasto o costo promedio
hasta por cada hora de toda actividad humana, creando los parámetros
previamente.
Pero por
otro lado, la consistencia y persistencia del movimiento antipeña tendrá un
peso especifico en la política a seguir por el nuevo gobierno, como lo tuvo en
el impulso a políticas sociales por parte del casi ex presidente Felipe
Calderón, quien se empeño en arrebatar banderas al lopezobradorismo y para ello
tenía que rebasarlo por la izquierda. De no haber existido ese movimiento,
Calderón no habría tenido argumentos para no guiarse por las políticas
ultraderechistas del grupo Yunque que siempre estuvo presente en su
administración presionando para ganar espacios con su visión reaccionaria del
poder. Igual ahora, lo más nefasto del PRI está a la espera de regresar con
Peña del brazo y establecerse no sólo en las grandes transas que les hemos
conocido, ni en los tratos con los narcos que son del dominio público a la luz
de algunos ex gobernadores tricolores, sino además de la operación caciquil y
corporativa de la política.
Ahí están
los dinosaurios salinistas originarios de Hidalgo, como Jesús Murillo Karam y Miguel
Angel Osorio Chong, el gober precioso y
los Moreira exigiendo su parte del pastel y que de no existir el movimiento
antipeña serán entronizados.
En ese
sentido el movimiento antipeña juega el papel de al menos obligar al nuevo
gobierno a seguir arrebatando banderas a la izquierda atendiendo a los
segmentos de la población más desprotegidos e impulsad no medidas de política
social izquierdizantes.
Este
movimiento dará un equilibrio al nuevo gobierno y evitará el regreso de los
dinosaurios al poder. Por eso hay que fortalecerlo.
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