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EL CHAPO, DE LA REALIDAD A LA FANTASÍA

El otro yo de 'El Chapo' Guzmán

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Foto tomada de Animal Político.“A ver, ¡jálele! Ándele, así mero. Esta coca, dicen, fue la que dejó ciego al José Feliciano”. El capo más poderoso del mundo ya le contó de su ingreso a la cárcel de máxima seguridad y cómo, a partir de ese día, se hizo “la machaca” en Puente Grande.

Pudo pasar putas de los mejores table dance, estuvo semanas con sus hijos mayores, se dio sus escapadas para ver a su mamá, le festejó la navidad a los custodios y decidió quién moría y quién tenía permiso para vivir. “El Chalo” no es santo pero tampoco es el diablo. No es el único malo de la película, pues. “Hay que ser puercos pero no trompudos”, reza la muletilla favorita del oriundo de Culiacán, Sinaloa.

Por un momento se siente nervioso al enterarse de que su protector, el procurador Villalobos, fue asesinado y que sus horas están contadas. Sin embargo, todo está fríamente calculado para que la candidata del partido en el poder gane las elecciones presidenciales.



A pesar de todo, “El Chalo” le tiene buenas noticias al señor presidente: “Hablé con mis compadres y hemos decidido financiarle la próxima campaña presidencial”. Sorprendido, el primer mandatario responde con euforia: “¡Ésa sí es una buena noticia! Las arcas del gobierno están vacías. La maestra ordeñó la Lotería Nacional y el ISSSTE. Mi mujer dejará en ceros al DIF. Mi secretario particular desfalcó a Pemex”.

Esta es la trama de “El más buscado” (Grijalbo 2012), la reciente novela de Alejandro Almazán, donde “El Chalo” Gaitán es el otro yo de “El Chapo” Guzmán. No es una biografía, ni mucho menos un perfil del narcotraficante más famoso del mundo. Es una historia satírica que nos lleva a las entrañas de la narcopolítica, ese juego de seducción y perversión.

En sus corridos, “El Cuervo” describe a uno de los personajes más ricos del mundo según la revista Forbes, como un hombre bragado, patriota y enamorado. Desmiente esa leyenda de que sólo los niños y los mudos pueden verlo. “Yo nomás le digo que ofrece la mano firme a los amigos, y aunque llega a hablar bajito, como si estuviera en la iglesia, su voz tiene un chingo de autoridad. Ah, eso sí: el Chalo suele pegar dos veces: primero, te tortura… y luego, te remata”. Aquí Villalobos no es García Luna, ni el Güero Salazar es el Güero Palma, ni los Erres son los Zetas. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

Dicen que existe una línea muy delgada que separa la ficción de la realidad, que se puede confundir con la verdad. Si bien “El más buscado” da pistas y guiños con la realidad, lo notable es su sentido de la ficción narrada. Escapa de las etiquetas comerciales de la “narco novela” o de un relato de historia verídica. Como dice el escritor Eloy Urroz: “La realidad de la ficción suele ser más perdurable”. Quizás por eso, Alejandro dio ese el salto mortal de escribir novelas: crear universos paralelos.

A diferencia de su debut “Entre perros” -que tardó cinco años en escribirla-, el tres veces Premio Nacional de Periodismo se sentó a teclear “El más buscado” desde 1 de noviembre pasado y la terminó a finales de marzo. Estaba completamente seguro que no quería arrojar al “Chapo” Guzmán a un mar de tiburones. Quiso desmitificar al narcotraficante, a ese personaje que todos saben de él, pero nadie lo conoce.





“En la novela cabe toda esta ficción. El personaje es seductor desde cualquier lado que lo veas. No es cualquier capo. Entonces ahí sí cabían todos estos rumores, todo lo que el vox populi cuenta. No me parece que sean tipos reclutados en el infierno, ni tampoco enviados de Dios. Son seres humanos complejos y tienen contradicciones”.

-¿Quién es “El Chalo” Gaitán? Al final agradeces a ciertos escritores cuya literatura ayudó a perfilar la psicología de “El Chalo”…

Creo que es un personaje que habla y asesina sin sentimiento de culpa, pero que también tiene códigos, que respeta los pactos entre amigos y a la familia. Es un personaje contradictorio. Me parece que un narcotraficante no es una bestia, pero tampoco es una blanca paloma. En esa búsqueda del personaje hice un equilibrio y creo que se perfiló a un tipo majadero, un tipo valemadrista, un tipo que pareciera que no tiene principios pero que tú vas descubriendo que sí tiene ciertos códigos. Es un tipo que puede mandar toneladas de droga a Estados Unidos y, sin embargo, no le gusta que le vendan droga a los niños.

-¿Esta novela es narcoficción? ¿Son ficciones verdaderas? Hay nombres falsos, pero sabes que estás hablando de “La Barbie”, de ”El Mayo” Zambada, o de Caro Quintero…

En la ficción puedes hacer lo que sea. Lo que me quedaba claro es que mi personaje, “El Chalo”, sí iba a seguir ese tipo de mala vida. De lo poco que se conoce de “El Chapo” Guzmán es que comenzó su carrera delictiva en 1980 con Miguel Ángel Félix Gallardo, luego con los Arellano Félix -que posteriormente fueron sus enemigos-. Estuvo vinculado con el asesinato del cardenal Posadas Ocampo y después capturado y trasladado a la cárcel de máxima seguridad de Puente Grande. No sabemos casi nada del personaje. Al final siento que la ficción se impuso. Pinté mucho a “El Chalo” Gaitán.

-¿Cómo fue el proceso de crear al protagonista? ¿Por qué esta estructura narrativa de usar la primera persona en los capítulos pares?


No me la pasé horas y horas buscando realmente quién era “El Chapo” Guzmán y si le gustaba el helado de fresa o de vainilla. Con la poca información que obtuve de fuentes muy cercanas fui creando a “El Chalo”. Sabía que “El Chalo” hablaría en primera persona porque iba a ser más verosímil. Decidí tomar el riesgo de que fuera en primera persona para hacerlo más creíble y también para recuperar el habla sinaloense. Me interesaba mucho esa oralidad. Mi mujer es sinaloense y en mi casa todos los días la escucho cómo habla. Hay cosas que a veces no entiendo, pero con el tiempo he ido comprendiendo poco a poco. Hay ciertas palabras que no existen en el diccionario o que en el centro del país no decimos y que solamente se escuchan en Sinaloa o en Sonora. Por ejemplo, alicusar es una palabra que más bien es acicalar, pero ellos dicen alicusar. No sé si es un problema de dislexia, je. O bichi, para nosotros no significa nada bichi, pero para ellos es estar desnudo. En Culiacán hay un monumento de una mujer desnuda y todo mundo la conoce como la “Monabichi”.




Una de las cosas que sí me dijeron cuando pregunté sobre “El Chapo” es que a él le encanta enamorar a las mujeres. Sí puede andar con prostitutas, tiene dinero para hacerlo, puede traer a una mujer de Júpiter, pero una de las cosas que me comentaron es que le gustaba enamorar a las mujeres, de llevarles serenata, cortejarlas. Entonces si a “El Chapo” le pasa esto, mi personaje “El Chalo” tiene que ser alimentado por las mujeres, las mujeres tienen que ser su inspiración. También es una necesidad de reafirmar su machismo, incluso de que puede ser capaz de enamorar a una mujer y no robársela. Él es un tipo que vive la cotidianidad, que come frijoles puercos, que puede ir a un restaurante a pedir un café y se va. Terminamos haciéndolo más leyenda de lo que es.

-¿La música norteña y los narcocorridos fueron importantes para darle un tono divertido y crudo a la novela?

Soy fan de los corridos, soy fan de “Los Tigres del Norte”. No digo que me gustan desde niño, pero me empezaron a llamar la atención desde hace 10 años y me atraparon. Los fui escuchando y me parecen una filosofía directa, muy impresionante. Cuando estaba buscando el tono de mi personaje, dije “El Chalo tiene que hablar como un corrido”. Me sumergí a los corridos y fui encontrando el tono, porque es un hombre que ni a la secundaria fue. Textos como el de Vicente Leñero “La noche del Rayo López”, que viene en el libro “Viento Rojo”, fueron fundamentales para delinear la voz de “El Chalo”.

Literatura, periodismo y Scherer

Alejandro llega con su perro Handala, cuyo nombre usó el periodista Diego Osorno para titular el capítulo 29 que escribió especialmente para “El más buscado”, un palomazo de cuates. El también premio Fernando Benítez, lleva 15 años cubriendo narcotráfico y ha trabajado en diversos medios como Milenio, Reforma, El Universal, la revista Emeequis y actualmente colabora en Gatopardo y en el diario español El Mundo. Sabe que la literatura y el periodismo son hermanos gemelos, pero con los que se hacen pactos distintos: en la literatura hay ficción y fantasia; en el periodismo hay verdad y un nombre impreso que nunca desea un desmentido.



“Me costó al principio esta transición. En la primera novela escribí tantas cosas ciertas que cuando la leyó Élmer Mendoza, que es mi gurú, me dijo: ‘Oye esta es una gran crónica, pero no es una novela’. La agarró y la tiró. Me dijo que tenía que pensar como escritor. Gracias a Élmer conocí los mandamientos para ser un escritor, no sé si los he cumplido”.

-He escuchado algunas voces de escritores que ningunean las novelas sobre narco o dicen que el único que vale la pena es Élmer Mendoza, ¿te molestan ese tipo de críticas?

Creo que esas opiniones son muy válidas, de pronto les doy la razón. Dan unos argumentos que de pronto son irrebatibles, pero al final no me quitan el sueño. A mí me gusta esta literatura porque mi segunda patria es Sinaloa y yo sí vivo un entorno de violencia. Me doy cuenta que la violencia es como el polvo mismo, está ahí. Quiero seguir contando esas historias, no sé si mis novelas van a trascender. Tampoco tecleo libros para que se traduzcan, ni para que estén en la lista de los 10 más vendidos. Los tecleo para que la gente los lea y disfrute. A Élmer le preguntaron cuándo iba a dejar de escribir sobre narcotráfico y él dijo “hasta el día que se acabe”. Yo también pienso igual.

trong-Hace más de dos años Julio Scherer entrevistó a Ismael “El Mayo” Zambada -capo número dos del Cártel de Sinaloa-, y hubo una polémica sobre la portada de la revista Proceso donde aparece el periodista con el narcotraficante, ¿tú te tomarías una foto con “El Chapo”?

Si voy a entrevistarlo, claro. Yo no tengo problema, o sea más allá de la fotografía de don Julio con “El Mayo”, más allá del morbo, le dio voz a una de las partes de la guerra contra el narco. A nosotros nos enseñaron que el periodismo tiene que contar con las dos versiones del hecho. No puedo darle a la gente solamente la versión de las autoridades federales. Además no me la creo porque siempre están arrestando al brazo derecho de tal capo o tal cerebro financiero. ¿Cuántos cerebros financieros tienen los narcos? Creo que don Julio fue con la otra versión. Creo que la fotografía es una muestra de “hey, miren, un periodista lo puede hacer, las autoridades no”. Se supone que se están gastando miles de millones de pesos para tener aparatos de inteligencia y un periodista llegó a la cueva de “El Mayo” Zambada. Si a mí en algún momento me dicen “oye, hay la oportunidad de que entrevistes a ‘El Chapo’”, ¡Genial! Vamos a entrevistarlo.

Alejandro no tiene miedo de represalias por escribir sobre el capo más temible y está seguro que cuando lea “El más buscado” se va a carcajear, porque le han contado que es un tipo con gran sentido del humor. Élmer Mendoza fue la primera persona que leyó el borrador de la novela y dijo con acierto: “Si el Chalo Gaitán le roba el corazón, no busque a su terapeuta”. “El Chalo” es un antihéroe, un seductor por naturaleza. Quizás la esté leyendo en algún lugar de la sierra duranguense porque México es la patria de los fugitivos.

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