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Fuerzas Armadas, la interrogante


Zapata 21
·     
Octavio Augusto Navarrete Gorjón
                                    I
   ¿Se ha reunido usted con miembros del Ejército y la Marina?  La pregunta se la hizo dos veces Joaquín López Dóriga a Andrés Manuel López Obrador en el programa Tercer Grado de Canal 2.  El tabasqueño sonrió las dos veces, pero no contestó directamente en ninguna ocasión.  Ya para terminar la entrevista dijo: “tenemos informes de que no existe ningún documento que avale la salida del ejército a las calles”
  ¿Por qué se hacía una pregunta que aparentemente no venía al caso?  Seguramente porque López Dóriga o sus patrones sabían que el candidato de las izquierdas tuvo reuniones con mandos del ejército y la Armada de México.  El asunto así quedó, pero varios tenemos datos de un creciente malestar en las fuerzas armadas; primero fue la salida a las calles por razones de legitimidad.  Felipe Calderón sacó al ejército de sus cuarteles para mandar una señal de autoritarismo cuando se robó la elección presidencial del año 2006, después inventó el subterfugio de “la guerra contra el narcotráfico” para mantener en las calles una presencia armada tan aparatosa como innecesaria e ineficaz. 
                                            II
   Hace dos meses, una fuente muy confiable me dijo que el malestar en el ejército no radica en sus clases (en buen cristiano: en tropas, cabos y sargentos) sino en sus oficiales y mandos (de subtenientes a generales de división).  No se origina ese malestar por su utilización en la lucha contra el crimen organizado, en lo que todos están de acuerdo, sino por la forma en que esta se lleva a cabo.  El ejército, me dijo, no realiza una labor punitiva contra los cárteles; sólo aplicamos presencia, patrullajes y custodias cuando ocurre un evento violento; tenemos una política de contención, no de persecución.  La tropa y oficiales pasan gran parte del tiempo arriba de los camiones, en rutas que muchas veces ni los comandantes conocen.  Se ha dado el caso de que nos ordenan hacer alto en alguna esquina, sin que sepamos que se trata de una casa de seguridad de una organización criminal.  Los delincuentes se ponen nerviosos, nos agreden, respondemos y tenemos inmediatamente saldos rojos.  Ello hace que el personal se ponga muy nervioso cuando reciben orden de hacer un alto o establecer un retén en determinada calle. 
   La tropa se desplaza aparatosamente, en grandes camiones, con uniformes de combate y sin ningún dato de inteligencia; puede regresar a sus cuarteles en cosa de horas o prolongar su estancia en calles y carreteras a veces por periodos de más de 24 horas.  Esa práctica está debilitando el espíritu de cuerpo del ejército y fomentando la indisciplina.  Al interior de las Fuerzas Armadas hay un clamor desde hace cuando menos un año por modificar esta forma de “combatir” al crimen organizado.  Muchos oficiales (sobre todo los asignados al G2, Inteligencia Militar) conocen los datos sensibles del crimen organizado, como son: casas de seguridad, rutas de abasto, puntos de venta.  Por el conocimiento de esos datos saben que la labor de la tropa es sólo hacer presencia, no perseguir a los criminales.
   Lo que más duele a los miembros del ejército es que se trate de atribuir a sus desplazamientos la responsabilidad por los 60 mil muertos de la mal llamada “guerra contra el narcotráfico”.  La gran mayoría de esos decesos se producen sin que el ejército tenga nada que ver.  La maniobra de golpear al ejército se completa cuando se pide que regrese a sus cuarteles sin gloria; es decir, sin que tenga un claro triunfo militar sobre el crimen organizado.  El ejército, me dijo mi fuente, tiene capacidad para abatir el flagelo en cosa de semanas; si no lo ha hecho es porque ha faltado la orden;  porque muchos gobiernos civiles se han aliado con los criminales, que les patrocinan sus campañas electorales, no porque falte valor, material y capacidad de fuego para combatirlos. 
   Cuando me dieron esta información, el candidato Peña Nieto no había hecho la propuesta de traer a un general colombiano para asesorarlo en la lucha contra el narcotráfico.  Me imagino cómo fue recibida esa noticia al interior de las fuerzas armadas, que, de consumarse el anuncio, quedarán como criminales y como ineptos a un tiempo.  Además, Peña Nieto es el UNICO candidato sobre el que pesaron, a lo largo de toda la campaña, las acusaciones FUNDADAS de tener vínculos con el crimen organizado.
                                                      III
    Lo que más preocupaba a mi fuente en aquellos tiempos era la posibilidad de que se consumara un fraude electoral.  Tal vez él tenía noticias de todas las tropelías que se cometerían antes, durante y después de la jornada del 1 de julio; aunque no me lo dijo. 
   Lo que sí me expresó fue su preocupación por varios hechos que estaba observando en el entorno y al interior de la milicia.  Me dio datos interesantes: mira – me dijo – desde el ataque a Santa Cruz Huatulco (hace una década, más o menos) hemos observado un creciente reclutamiento en algunas zonas de Oaxaca, al punto de que llegamos a tener un 40 por ciento de tropa originaria de esos lugares.  El dato extraño es que muchos de ellos, siendo excelentes reclutas y con papeles limpios, se daban de baja después de cursar el Segundo Curso Básico de Infantería; es decir, justo cuando terminan las faenas rudas y comienzan los ascensos en la tropa.  En el G2 hemos analizado el asunto y acordamos incluso tener un seguimiento de algunos reclutas que se dieron de baja después de terminar esos cursos.  Nos da la impresión que estamos entrenando, sin saberlo, a militantes de la guerrilla. 
  Después de darme esos datos tocó el asunto electoral en forma muy militar (es decir, lacónica, por Laconia o Lacedemonia, la patria de Licurgo, donde no se desperdiciaban palabras).  El gobierno (se refería al IFE, no a Felipe Calderón, me imagino) no puede seguir devaluando la vía electoral; cuando un partido cree que le robaron la elección en lo primero que piensa es en otra ruta, que al final del camino siempre tiene  una confrontación armada con el ejército, que nada tiene que ver en este problema de políticos. 
                                        III
  A las diez treinta de la mañana del 1 de julio la Armada de México y a las 13: 15 del mismo día el Ejército, tenían encuestas de salida confiables, realizadas por sus servicios de inteligencia en prácticamente todo el país.  Esas encuestas perfilaban un ganador indiscutible con casi diez puntos de ventaja: Andrés Manuel López Obrador.  Por el ambiente en varias zonas militares del país, nos da la impresión de que muchos soldados y marinos votaron por el candidato de las izquierdas. 
    Al interior del ejército debe estarse discutiendo la situación nacional.  Ignoro el dato concreto, pero imagino que algunos mandos y oficiales se reunieron con uno o varios candidatos a la presidencia.  Ninguno de ellos debe haberles tocado la puerta, ellos debieron buscar interlocución preocupados por la situación que guardan las fuerzas armadas y por la posibilidad de que pronto regresen a sus cuarteles, pero no por tontos o por ineptos, sino porque tuvieron un triunfo contundente en el plano militar, histórico y moral contra el crimen organizado.
                                      IV
   No se puede seguir jugando con fuego.  El Ejército y la Marina pueden aceptar un presidente “ahiga sido como ahiga sido”; será muy difícil que acepten otro, mucho menos cuando desde antes se está pregonando que el ejército es inútil en la guerra contra el crimen organizado; tan inútil que traerán a un general extranjero a ordenarles lo que deben hacer (aclaro: un asesor sólo opina sobre lo que debe hacerse para resolver un problema; en la milicia esas opiniones implican órdenes, no sugerencias).
   El principal factor de estabilidad del régimen se llama Andrés Manuel López Obrador; las masas que lo siguen son valerosas, solidarias y tumultuarias; también votan por él, eso es otra cosa.  Si algunos políticos no alcanzan a ver las posibilidades que tiene el movimiento obradorista de transformar al país, no conocen la historia de México.  Lo menos que podemos hacer es comprender el movimiento, respetarlo y buscarle soluciones dignas.  Pero algunos políticos estúpidos no ven tan lejos; por ejemplo, el dirigente del PRI, Pedro Joaquín Codwell, que a las demandas de revisión de casillas responde que “son 18 millones de masoquistas”.  Tal vez muchos de esos masoquistas sean miembros de las fuerzas armadas. 
CORREO CHUAN
   Jonathan Javier Aréchiga Zarazúa ingresó al Reclusorio Oriente como presunto autor material del asesinato del general en retiro Mario Arturo Acosta Chaparro.  La noticia debe llenarnos de alegría; todo aquel que atente contra el derecho a la vida de cualquier ser humano debe recibir el castigo que merece.  El agresor fue identificado por dos testigos presenciales de los hechos y videograbado por una cámara de seguridad.  Contrasta la delicadeza del trato dado al presunto homicida con las maneras en que el entonces Mayor Acosta Chaparro trató de resolver el problema de la guerrilla en Guerrero.  Si él mismo hubiera investigado su homicidio, hoy la familia del joven agresor fuera víctima de persecución, tortura y toda clase de vejaciones. 
    En Guerrero muchos lamentamos la muerte de Acosta Chaparro, como debe lamentarse la de cualquier ser humano; cuando alguien muere, muere algo de nosotros.  No lo queríamos para que hicieran con él lo mismo que hizo con muchos: arrojarlos vivos al océano pacífico, desde aviones Arava; no era la venganza la que nos movía, sino la justicia.  Lo queríamos para que pasara los últimos días de su vida en una cárcel digna, con atención médica, con comida a sus horas y con sábanas limpias;  para que viera que hay otras formas humanas de hacer justicia y para que pudiera sostener, aunque sea unos segundos, la mirada a todas aquellas madres que siguen buscando a los hijos que él mandó desaparecer. 
   El correo chuan dice que la disidencia lopezobradorista debe tratarse con respeto y dignidad; que el tabasqueño mantiene con disciplina y vigor su bandera de limpiar la elección.  Dice también que comete grave error político e histórico el que pretenda traer un comandante extranjero para que ordene al ejército de todos los mexicanos.  El ejército y la Armada de México saben lo que verdaderamente pasó el 1 de julio.  Dice también el chuan que la muerte de Mario Arturo Acosta Chaparro es lamentable, pero es muy alentador que su homicida reciba un trato digno, respetuoso de su integridad física y moral y que su familia no sufra la zozobra ni la persecución que sufrieron cientos de familias guerrerenses en la guerra sucia.  Zapata 21 es una dirección de bellos recuerdos.



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