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¿Violencia revolucionaria en Guerrero?

TRASFONDO
Julio Zenón Flores
Quienes hoy dirigen el movimiento surgido de la indignación por la desaparición de los 43 normalistas ya no son ni con mucho los padres de familia. Son sus compañeros de escuela, de organización nacional, sus solidarios profesores y las organizaciones sociales e incluso algunas de tipo insurgente, que tienen una visión en la cual hallarlos con vida es, además, una bandera que puede sembrar condiciones de revolución o pre revolución en Guerrero.
Para ellos, la violencia, además de catártica, necesaria, porque creen que ayuda a parir una nueva era, así lo aprendieron de la lectura de los clásicos del marxismo, por eso amerita un pequeño repaso al respecto.
Para Marx y Engels, hay que decirlo, en primer lugar, la violencia no puede ser aislada como causa pura sino que se presenta como una consecuencia de las condiciones económicas. En segundo lugar, la violencia tiene la función de desencadenar el conflicto. En este sentido, Marx dice, en El capital, que: “La violencia es la comadrona de toda sociedad vieja que lleva en sus entrañas otra nueva. Es, por sí misma, una potencia económica“. Adolfo Sánchez Vázquez, al comentar esta frase en su Filosofía de la praxis, dice que la violencia no es la que produce los cambios por sí misma “la partera no hace ver la luz, sino que ayuda a hacer que se vea”. (5)
Pero en tercer lugar, la violencia puede convertirse en un proceso autónomo respecto a dichas condiciones. En efecto, Engels considera en el Anti-Dühring que “una vez que la violencia política se hace independiente frente a la sociedad y se convierte de servidora en dueña, puede actuar en una de dos direcciones. Puede actuar en el sentido y la dirección que marcan las leyes del desarrollo económico, en cuyo caso no media conflicto alguno entre ambos factores y el desarrollo económico es acelerado. Pero puede actuar también en sentido contrario, y, entonces, sucumbe, con pocas excepciones, al desarrollo de la economía”.
Pero si proseguimos la evolución de Marx y Engels podemos encontramos en el texto del primero: “Revelación sobre el proceso de los comunistas en Colonia”, una condena al voluntarismo jacobino, y más tarde, para sorpresa de muchos, la aceptación de la posibilidad de un cambio pacífico por la vía democrática. En efecto, en su “Discurso en Amsterdam”, después de la clausura de un Congreso de la Internacional en 1872, Marx dice: “conocemos la parte que corresponde a las instituciones, a las costumbres y a las tradiciones de las diferentes regiones; y no negamos que existen países como Estados Unidos, Inglaterra, y si conociera mejor vuestras instituciones agregaría Holanda, donde los trabajadores pueden llegar a su meta por medios pacíficos. Pero ese no es el caso de todos los países”.
Hoy, a finales de siglo, vivimos, en algunas partes del planeta, el reencantamiento de la democracia. Se trata de una democracia específica: la democracia liberal o neoliberal que ya ha mostrado sus límites para la resolución de los problemas de la justicia social, en aquellos países en que se ha practicado largamente. Por tal motivo, se requiere desarrollar una nueva concepción de la democracia que parta de los alcances y límites de la experiencia democrática de la humanidad, pero que se encuentre vinculada a una teoría de la justicia social. Esta nueva teoría sería la mediadora entre dos extremos: la aceptación resignada de que siempre ha existido y siempre existirá la violencia política y el ideal de su eliminación definitiva.
Estos atisbos de planteamiento teórico en torno a la violencia política, apenas pudiera explicar lo que ha devenido tras el estallido de la indignación popular por lo ocurrido en Iguala y que ha ganado la simpatía de amplias capas sociales de todos los estratos en buena parte del globo terráqueo, pero que en la medida en que golpea a su vez a sectores empobrecidos que viven de las migajas del turismo, por ejemplo en Acapulco, o de la burocracia estatal y municipal, pudieran vivir en poco tiempo un declive, que termine por aislar, focalizar, a los grupos más radicales, que se volverían así vulnerables al sistema político que se pone en riesgo y que hará lo necesario para sobrevivir.

Julio Zenón Flores. Comunicólogo. Marketer digital


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