TRASFONDO
Julio Zenón Flores Salgado
El PRI que lucha por recuperar la gubernatura de Guerrero,
en la elección que según las leyes del ramo deben realizarse el 7 de junio
próximo, así como la mayoría de diputados locales y federales y las
presidencias municipales, parece ser un partido afortunado. Al menos en la
coyuntura actual. Y la política es cuestión de coyuntura, en particular en los
tiempos que corren, en los cuales se carece de visión de largo plazo y cada
elección se construyen liderazgos para conquistar los cargos en disputa.
Y lo es no sólo porque tiene cuatro cuadros locales fuertes,
unos más unos menos, que ambicionan la candidatura: Héctor Astudillo, Manuel
Añorve, Cuauhtémoc Salgado y Mario Moreno, además de una figura de talla
nacional: Claudia Ruiz Salinas, además de una circunstancia favorable de manejo
de miles de millones de pesos, luego del desastre ocasionado por fenómenos
hidrometeorológicos, a través de delegados federales priistas, fogueados en eso
que los politólogos llaman “clientelismo”.
Aunado a ello, el PRI tuvo la feliz circunstancia de que los
partidos que le compiten tuvieran sendos gobiernos cuyos resultados los
desacreditaron ante la opinión pública: un gobernador, Angel Aguirre Rivero, del
PRD, manirroto, populachero, bohemio, pero con fuertes señalamientos de
corrupción y vicios personales como el alcoholismo y el juego de azar, que le
absorbieron el tiempo; un alcalde de Acapulco (la principal ciudad), Luis
Walton, invisible, nada diestro en el arte de gobernar, que llevó al puerto a
retrocesos insospechados, al grado de dejarlo sin policías y sin orden vial,
cuando más se necesitaba por el incremento de la violencia, sobre todo contra
los maestros y, como corolario, como regalo para el tricolor, un alcalde ligado
al crimen organizado y descubierto por un cruento asesinato y desaparición
masiva de estudiantes.
La circunstancia feliz, para el PRI, se vería enriquecida
con la declinación del aspirante perredista más popular, Armando Ríos Piter, el
que le ganaba a cualquier otro candidato, de cualquier otro partido y a los del
suyo propio, por una confrontación con el hombre más poderoso –localmente- del
PRD (el ex gobernador Aguirre) que, con toda justificación en este submundo
político, fiel a su costumbre, como él concibe la política, pide impunidad
frente a algo imposible de ceder, impunidad ante Ayotzinapa, cuando no es un
asunto de un pueblito como los que aparecen en La Ley de Herodes, sino de algo
de lo que el mundo está pendiente, incluido el presidente de los Estados Unidos
y el Papa Francisco.
La coyuntura, pues, le permite al PRI colocar un candidato,
bien pensado, no sólo por lo popular o mediático que pueda ser, puesto que
puede competir con ventaja frente a un PRD en desgracia (Que por cierto,
machista como ha sido puede depender su recuperación de la mano de una mujer:
Beatriz Mojica Morga), sino a un hombre que pueda tener la capacidad real de
gobernar este estado “balcanizado”. Es la oportunidad de no proponer a alguien sólo porque es el menos
impugnado, pero que es un personaje tímido que se espanta al primero manotazo
den el escritorio y sale corriendo, sino a alguien que sabe venir de atrás y
que se mueve ya en las grandes ligas de la política, que pierda mucho si no
levanta nuestra hundida entidad. Y lo hay. Y en caso de no decidirse por él,
entonces arriesgarse con un externo, ahí están al menos dos, con los que puede
ganar sin mucho problema.
El PRI vive así su momento más afortunado, en una coyuntura
electoral, pero ¡oh! desgracia, pudiera ser que no se hiciera, o pudiera ser
que se anulara y terminara gobernando un tercero en discordia.
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