TRASFONDO
Julio Zenón Flores
El problema de la seguridad pública de Acapulco ha ido
agudizándose debido a que quienes han tomado decisiones se han movido en dos
posturas equivocadas: a) Dejar hacer, dejar pasar. Hacer que la virgen les
habla, decir que no es su ámbito de responsabilidad, que es cosa del gobierno
federal, que no hay dinero, en fin, eludir la responsabilidad. Tal fue la
conducta de la última administración municipal recién concluida. b) Darle al
asunto una solución militar. Traer generales del Ejército, retirados o en
activo, que traen doctrinas vetustas, anquilosadas, fuera de lugar y de tiempo
en una ciudad donde pese a los ríos de sangre que han corrido y declarada
múltiples veces como la más peligrosa del mundo, no se atreven a declararla en
guerra, poniéndola en cambio en la ilegalidad de una policía con mandos
militares y peor aún, con militares en sus calles, enviados como los
salvadores, cuando apenas sirven para hacer un poco más de consumo en las
tiendas de conveniencia sonde compran sus escasos víveres.
Como se ha visto, el tema de la seguridad está más allá del
plano militar y para afrontarlo había primero que dotar al municipio de una
POLÍTICA DE SEGURIDAD PÚBLICA, desde una visión civil, y por fortuna, eso lo
vieron en la presente administración y ya han planteado una a través de
programa denominado Escudo Acapulco.
Ya los simplistas han comenzado a descalificarlo, sin dar
oportunidad siquiera a que se despliegue, pues como se sabe, ninguna política
por sí misma resuelve nada, sino que requiere de sus manuales de operación y su
concreción sus instrumentos, sus tácticas, sus mandos, su arraigamiento, y eso
lleva un tiempo, y, aunque no se vean resultados de inmediato (ninguna medida a
ha dado resultados reales inmediatos), a mediano y largo plazo es lo único que
va a garantizar devolver Acapulco a la paz y la normalidad.
Quiérase o no esta política planteada públicamente por el
presidente municipal Evodio Velázquez Aguirre, dará resultados de largo plazo.
Y efectivamente, la política de seguridad es diferente a la
estrategia militar de seguridad. En la política planteada por Evodio está
planteado el principio del que sin tropa no hay mando, es decir, hay que
dignificar a la policía, devolverle su valor intrínseco y dejar de estarla
atacando como un ente corrupto y ligado al crimen, pues si bien el cuerpo no
está formado por blancas palomas, la liga de algunos elementos con algunos
criminales no debe caracterizar a todo el cuerpo, el cuerpo está formado, a fin
de cuentas, por vecinos o hijos de vecinos, que conocen el barrio y son
conocidos, ese es el ser del policía municipal y ese es su valor intrínseco,
que debe ser bien valorado, con uniformes nuevos, seguros de vida, equipo sofisticado,
cámaras de apoyo, armamento nuevo, instalaciones adecuadas, profesionalización
de la parte de oficinas y apoyos logísticos internos.
Eso, planteado en Escudo Acapulco, es la esencia de toda
política de seguridad. Recuperar al policía municipal, aún cuando la impersonal
evaluación federal no los haya aprobado, pues esa aprobación no tiene porqué
ser fundamental, para todas las regiones del país, tan distintas entre sí y
evaluadas erróneamente con las mismas herramientas.
A partir de esa base, recuperar a la policía y en seguida
dotarla de mejor equipo y apoyo de vigilancia aérea, la hará más ágil y por
tanto empezará a dar mejores resultados, en tanto que estará en condiciones de
prestar un mayor aporte a la lucha global, con las otras policías, la estatal y
la federal y la propia milicia, contra los cárteles de la droga que se disputan
la ciudad y en cuya confrontación cabría más no meterse y limitarse a cuidar y
proteger a los ciudadanos comunes y corrientes.
La estrategia Escudo Acapulco resulta así un bonito sueño,
un adecuado planteamiento, que habrá que seguir minuciosamente y esperar que se
concrete, que termine por darnos la ciudad segura y en paz que deseamos los
acapulqueños.
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