CREDITO:
Gabriel Quadri de la Torre
Las playas fueron tomadas por comerciantes informales y changarros malolientes y saturadas de equipamiento improvisado de pésima calidad (Puerto Marqués, Hornos, La Condesa); se cerró el diálogo físico entre la ciudad y el mar al interponerse estructuras baratas y decadentes. Se destruyó la calidad estética de las playas, e incluso algunas de las más valiosas (como Manzanillo) se destinaron a ser un infame depósito de chatarra.
El Parque Nacional El Veladero también fue ocupado ilegalmente en las partes medias y altas del anfiteatro con viviendas precarias; se estropeó el paisaje, se deforestó. Desde ahí escurren desechos humanos y basura hacia la bahía. La ciudad no tiene rastro certificado y se abastece de carne en crueles mataderos clandestinos altamente contaminantes. Las aguas del mar se han contaminado con las aguas residuales de la ciudad; de 21 plantas de tratamiento sólo operan cuatro, en forma deficiente y parcial. Y Acapulco ostenta uno de los peores servicios públicos de agua del país. La basura es ubica en calles, avenidas y carreteras, y se deposita en gran parte en tiraderos a cielo abierto, cuando se recoge.
La zona urbana tradicional de antiguo esplendor fue presa del abandono y la degradación, con construcciones inconclusas, piscinas secas o convertidas en pantanos, casas y edificios ruinosos, mercados inmundos y sórdidos giros comerciales, edificaciones brutalistas y lumpenización de servicios. La Costera Miguel Alemán, hacia donde se orientó el crecimiento, una vez deprimida la zona tradicional, se convirtió en la vialidad vertebral de la ciudad; perdió su atractivo para el turismo de alto nivel; hoteles, discotecas y restaurantes de prestigio huyeron; se pobló de establecimientos comerciales vandalizados, hoteles de mala muerte, predios y edificios abandonados; se asentó un tránsito infernal, y ahora, el Macrotúnel va a desembocar... ¡en la Costera! En Puerto Marqués changarros se apropiaron de la playa, además de haberse desfigurado con infraestructura imperdonable. Desaparecieron turistas y vuelos internacionales.
Pero nadie entendió ni aprendió nada, y la inercia fue abandonar a su suerte al Acapulco tradicional y a la costera (Acapulco Dorado), y saltar más allá, a un Nuevo Acapulco, donde ahora se repite el ciclo: urbanismo de roza, tumba y quema.
¿Tiene remedio Acapulco? Sólo si es rescatado de las garras de sus políticos y se despliega una inteligente y enérgica intervención federal; en el organismo de aguas (Capama); en la regulación del desarrollo urbano; en la recuperación de la ciudad mediante compras, fusiones y expropiaciones de predios para ser reinsertados en el mercado inmobiliario; en la creación de espacios públicos y reconstrucción de la imagen urbana; en la liberación y restauración de playas; y en la seguridad pública. ¿Un comisionado federal? Fonatur podría operarlo, en vez de insistir en nuevos y cuestionables desarrollos turísticos (CIPs).
trasfondoinf@hotmail.com
1 Comentarios
La verdad no peca pero como incomoda.
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