El miedo es una palabra que abunda en las conversaciones de
la gente que está en el refugio instalado en Tecpan de Galeana. María,
"madre de mucha gente que vive aquí", como ella misma dice, confiesa
que tiene miedo de volver: "la balacera estuvo muy fuerte durante dos días
y los niños han quedado traumados". Ella no se acostumbra al calor de
Costa Grande, extraña el frío de su tierra (la comunidad de Lindavista se
encuentra en una zona serrana), pero la idea de volver le pesa.
María nunca pensó que algo así le fuera a pasar; "ni en
mis pesadillas lo imaginé así; algunos volvieron y se encontraron con sus casas
robadas, se llevaron todo”. Observa a los niños que se reúnen en torno a los
maestros Guillermo Maciel y Karen Rebolledo que están por impartir la última
sesión de sus talleres de música y teatro, realizados como parte de las
Caravanas Culturales por la Paz en Tierra Caliente. "Ni estas cosas [los
talleres] pensé que tendríamos", comenta María.
Luego de dos semanas de trabajo diario los niños y
adolescentes que asistieron al taller multidisciplinario de música, ya saben
identificar notas en el pentagrama, saben de qué nota se trataba con sólo
escucharla, ya conocen algunos acordes en la guitarra y el piano y las bases de
la ejecución del bajo y el violín. La dinámica creada con los niños es
sorprendente: están muy participativos. "Ellos están muy ansiosos de tener
estas cosas y cuando lo tiene lo aprovechan mucho", explica María.
El maestro Guillermo Maciel enfocó su tarea en el
aprendizaje de la teoría musical y se apoyó con audiovisuales de conciertos de
diversos géneros: "uno de mis objetivos fue que se dieran cuenta de las
semejanzas que hay entre la música que ellos escuchan y la música clásica o el
jazz", explicó.
La alumna más avanzada y participativa de ambos talleres es
Oneyda. Ella tiene 19 años y cuando su familia tuvo que salir de su casa y
venir a Tecpan ella estudiaba en en la Univerdidad de Chapingo, de donde se dio
de baja temporalmente por problemas de salud. En el taller Deja Volar Tu Voz,
Oneyda trabajó varias rutinas dramáticas de teatro personal, proceso dramático
que da gran importancia a la exteriorización de las emociones.
"Los participantes del taller, que fueron en su
totalidad mujeres, se representaron a sí mismos, propinándose de un espacio
concreto para poder liberarse: ellas mismas. Al final de la primera sesión,
todas estaban sorprendidas se sentían relajadas, ligeras", explica la
maestra Karen Rebolledo.
María se levanta de la silla para ir a ver cómo va la
comida. La sesiones de la última jornada de los talleres termina. Llegan a su
fin 14 días de trabajo comunitario a través del arte. Luego de estos días, los
maestros han creado lazos con los participantes. Ahora se despiden largamente,
con dificultad: es algo complicado alejarse de un lugar que ha recibido y
necesita tanto lo que uno puede dar. Oneyda tiene esperanza de que las cosas
mejorarán: “la violencia existe, pero la música y el teatro también”.
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