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La Diana y Evodio Velázquez



 

TRASFONDO

Julio Zenon Flores

Como lo señalamos hace días, el tema de la escultura de la Diana Cazadora en el corazón de la zona dorada de Acapulco volvió a cobrar preponderancia, una vez que se retiró el plantón que tenían ahí un par de docenas de jóvenes que intentaron entrar a las restringidas unidades académicas de ciencias de la salud, como Medicina, Enfermería y Odontología, sin conseguirlo, por no alcanzar los puntajes requeridos en los exámenes de selección.
El asunto presenta al menos dos filones para aquellos que escriben sobre ello: uno el arquitectónico, ligado estrechamente al arte, pues se trata de un producto escultórico, en donde siempre vamos a diferir, pues el arte tiene su base en una cuestión muy subjetiva y su apreciación estética siempre dependerá de la cultura de la persona que lo mira y, la cuestión política que  permite golpear a todo ente con alguna función pública que haya tenido o tenga alguna relación con la conocida glorieta o rotonda, como le dicen en otros lugares.
En el primer aspecto, hay que recordar que desde su remodelación causó controversia, que la base de la escultura es muy alta, que parecía una pieza oxidada, que tenía la forma de un falo, que los picos de la fuente parecían tumbas, que los chorros de agua de la fuente ¡horror de horrores! Mojaba con su brisa a los automóviles que pasaban por ahí, que se mojaba el pavimento de los alrededores; que La Diana parecía muy pequeña, y de pronto todo mundo se volvió crítico de arte, lo cual es benéfico, pues en otras circunstancias la gente común y corriente y los propios políticos y hasta los medios de comunicación, muy poco se ocupan de esos asuntos.
Ahí está por ejemplo la bella escultura de Pal Kepenyes ubicada en la entrada de la playa Revolcadero, pese a su complejidad y riqueza, nadie se ocupa de ella. Sólo cuando algo nos parece malo, solo entonces se arma el debate. En estricto sentido, si el arte logra crear debate, es bueno.
En ese sentido es poco rentable para los funcionarios públicos meterse a ese debate o agarrar postura a favor de una de las partes, porque nunca quedará bien.
Ya le pasó al entonces alcalde Félix Salgado Macedonio, con la escultura que mandó poner en la plaza Guatemala, llamada La Sirena Costeña, que fue objetada contundentemente por buena parte de la sociedad cuyo abrevadero cultura son las telenovelas de Televisa y no tienen más concepto de la belleza que las malas actrices que actúan en ellas. Delgadas, altas, ojos claros, off course, por lo cual poner una sirena gorda resultaba ofensivo para las mujeres costeñas que con faja o sin ella, se sienten una Ninel Conde incomprendidas, de tal modo que esa sociedad pasó a cuchillo al escultor y no faltó un descerebrado que fue con una espada de samurái a vengar a la belleza televisística y la degolló, aventando la cabeza en las escalinatas del Ayuntamiento.
Así hoy, si bien el alcalde Evodio Velázquez se metió erróneamente al tema, en un afán de abanderar a la aparente mayoría que habría quedado a disgusto con el tipo de escultura que dejó la Sefotur, que fue quien llevó a cabo la remodelación, el momento es aprovechado por sus enemigos políticos para presionarlo y de paso lograr un buen convenio publicitario para los medios de prensa que ahora poseen sus enemigos políticos.

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