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HACIA UNA CIUDAD EDUCADORA

COMPARTO ESTE APUNTE TEÓRICO, DE LO QUE CREO DEBE HACERSE EN MATERIA DE CULTURA EN ACAPULCO Y DE MANERA URGENTE, CON EL FIN DE IR ENTRANDO AL ANÁLISIS DE UNA POLÍTICA CULTURAL Y TRASCENDER LA ACTIVIDAD QUE SE LIMITA A MEDIO IMPULSAR EL ARTE Y LLEVARLA EN CARAVANAS COMO CIRCO PARA LOS POBRES.

EN REALIDAD, APENAS ESTOY TRABAJANDO UN POCO EL TEMA, BUSCANDO EXPERIENCIAS Y CONCEPTOS TEÓRICOS, PARA NO CAMINAR COMO LOS CIEGOS, EN UNA NUEVA RUTA CULTURAL.


JULIO ZENON FLORES SALGADO. escritor y periodista


Los ciudadanos no sólo tienen derecho a la ciudad, sino que
deben apropiarse de las reglas mínimas de convivencia que rigen la vida urbana (la urbanidad sine qua non), asumiendo la responsabilidad sobre sus acciones cotidianas en
los lugares privados, semi–privados y públicos; reconociendo que sus acciones afectan la vida en comunidad, y que por ende, son ellos mismos quienes además tienen el deber de
construir la ciudad. Por esto ese diálogo entre lo colectivo, lo comunitario, lo gubernamental y lo privado, que constituye este tipo de políticas, no sólo enfatiza en los derechos culturales y garantiza el ejercicio de la identidad, la autonomía y el territorio; sino fortalece las virtudes cívicas y la construcción de una ciudadanía activa

Para avanzar en la discusión de una política cultural para Acapulco, aquí dejo este texto cuyo contenido me parece nos abarca.


JULIO Julio Z Flores



*Conectividad, economía e infraestructura, serían los ejes, pero...


JULIO ZENON FLORES SALGADO


Construir ciudadanía desde la cultura en Acapulco, cuando no se ha construido en el Distrito federal, una de las ciudades ejemplo de América Latina, suena imposible. No obstante, si se piensa en su complejidad actual, es posible hacerlo, superando el miedo, cambiando la prioridad de seguridad pública por la búsqueda de lazos económicos, de conectividad y de infraestructura.
En vez de tener a un gobierno de izquierda con intelectuales que nos miran desde el balcón lanzándonos sus perlas de lo que consideran cultura, es necesario asumir el reto de construir una nueva ciudadanía desde abajo.


Parece oportuno anotar con Mouffe (Chantal Mouff filósofa belga pos marxista teórica de la posmodernidad), que el excesivo énfasis de los liberales en el ejercicio de los derechos en detrimento del cumplimiento de los deberes propios de la ciudadanía, nos han ido dejando una especie de ciudadano del reclamo y una institucionalidad vigente que convirtió la democracia en una simple transacción de votos y en un espectáculo cínico.
.
Nos enfrentamos con una doble paradoja. Por un lado, una esfera pública delgada y enmarañada que convive con la pauperización de la ciudadanía, reducida al voto y el reclamo y sitiada por el aumento del énfasis en la inseguridad pública –no en la economía
urbana- que criminaliza los movimientos sociales y la pobreza. Por otro, la ciudad física, social, imaginaria y política, que no se constituyen como correlatos de las posibilidades de la convivencia y el pacto social, al contrario, la ciudad choca con la habitabilidad y las estrategias de la sobrevivencia la desbordan. Aquí es donde la retórica de la participación se estrella con una realidad insostenible económicamente, que construye desde la
institucionalidad pública la ciudadanía del espectáculo y de la asistencia.


El ciudadano espectador se pasea por complejos comerciales y ve gratis; comparte plazas y parques convertidos en escenarios gracias a políticas públicas que sin democratizar canales para productores y creadores locales, aumentan espacios de
diversión posibilitando lo que la institucionalidad vigente de la cultura considera apropiado para ‘educar’ a las masas.


El ciudadano asistido recibe dinero a cuenta de la deuda
pública por ocupar una identidad: madre soltera, discapacitado o adulto en plenitud, nunca será lo mismo ser desempleado en América Latina que en Europa o en Estados Unidos.


Los asistidos aseguran popularidad a los políticos. Eso, sin contar institucionalidades construidas en los 80s para asistir jóvenes y mujeres, dedicadas a ciudadanizar y reconocer diferencias culturales.


EL RETO


El reto es cómo situar la idea de una ciudad como se entiende la polis griega, o ciudad educadora en este contexto real del siglo XXI y la respuesta la tenemos que encontrar y pronto, a menos que estemos de acuerdo en que sean la cultura del miedo y la exclusión social y la popularización de las partidas militares recorriendo nuestras calles (lo que es peor, entrando a las escuelas a convivir con nuestros hijos, como si fuera normal ver a los soldados fuera de los cuarteles), en lo que ellos llaman cercanía, lo que nos rija en ese terreno de lo cultural...con el riesgo de estar consolidando la etapa previa de un régimen militarista.


Ahí está el tema, amigos, hay que entrarle, porque Acapulco es de todos.


Martín Barbero (Jesús Martín Barbero Doctor en filosofía, con estudios de antropología y semiología, es un experto en cultura y medios de comunicación) considera central:


“su capacidad para representar el vínculo entre los
ciudadanos, el sentimiento de pertenencia a una comunidad”
.
Desde nuestra perspectiva, una política como la cultural, cuyo eje es la posibilidad de representar el vínculo entre sujetos y el sentido de pertenencia; es también una política comprendida desde lo colectivo; como señala Bauman ( Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 2010): el arte de la política consiste en hacer libres a los ciudadanos para permitirles establecer, individual y colectivamente, sus propios límites, porque la libertad individual sólo puede ser producto del trabajo colectivo,
sólo puede ser garantizada colectivamente. En este contexto, las políticas culturales públicas no sólo comprenden la ciudadanía y la identidad como procesos inacabados y en permanente producción, sino que –siguiendo a Rorty (Richard McKay Rorty filósofo pragmático estadunidense)- se responsabilizan de la
construcción de escenarios políticos concretos, donde los miembros de una sociedad tienen la capacidad para narrarse a sí mismos una historia acerca del modo en que las cosas podrían marchar mejor y construir colectivamente, los caminos para que esa historia se haga posible. Esta visión posibilita su comprensión como un proceso de construcción pública del sentido de la colectividad, apelando a aquello que la constituye:los discursos de las culturas y su puesta en horizonte social; es decir, los escenarios concretos donde las culturas dirimen sus diferencias y se plantean formas del habitar y del vivir colectivamente.
Como apuesta central, consideramos que la ciudad puede comprenderse como un territorio simbólico en permanente construcción, y que, construir la ciudad desde los procesos culturales que en ella se entrecruzan nos conduce por lo menos a 3 dispositivos a través de los cuales se le asigna sentido a la vida urbana:


1) la vida cotidiana con sus rutinas de desplazamiento y uso propio –o impropio- del espacio físico de la ciudad, que
incluyen los lugares donde día a día se relata la urbe: el estudio, el trabajo, la desocupación, la espera;


2) los espacios de la ritualidad, el encuentro, la generación de la
memoria colectiva y el disfrute de la urbe; y,


3) la ciudad que se lee, la que se escucha y la que se ve a través de los medios de comunicación; cuya combinación configura –bajo
operación simbólica- la imagen de la ciudad que construyen quienes viven en ella.


Dispositivos que, al combinarse con los ideales de habitabilidad que subyacen a las diferentes clases sociales y los valores que le asignan a la vida urbana, influyen en la configuración del espacio simbólico y material de la ciudad, y por ende, son decisivas para la formulación de políticas culturales.


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