Por
Rodrigo Huerta Pegueros*
En
los últimos meses se han registrado eventos penosos y lamentables a lo largo y
ancho del estado de Guerrero, producto de la ausencia de atención a los
problemas torales que afectan a la sociedad guerrerense por parte del gobierno
del estado.
Una
gran parte de esta situación gravosa la acumula el puerto de Acapulco, el cual,
aún y con sus llenos espectaculares de turistas provenientes en un 90 por
ciento de la metrópoli, no ha dejado de ser reflejo de un territorio con
ausencia total de seguridad pública, lo cual se refleja a diario en los distintos
medios de comunicación, locales, regionales, nacionales e internacionales.
La
inseguridad pública es quizá la madre de todas las irregularidades que se
comenten en una entidad, donde solo existe un poder y por lo tanto los
contrapesos al ejecutivo por parte de los poderes legislativo y judicial, hacen
nugatorio cualquier cambio de línea política, políticas públicas o el
implemento de nuevos programas tendientes a dar respuesta a los grupos sociales
mas vulnerables o a los empresarios locales.
No
es solo el hecho de que estemos ante la presencia de un gobierno que no ha
funcionado, sino de una administración que solo se dedica a los negocios
públicos y privados y ha fomentar la proliferación de grupos económicos
regionales que posibiliten la permanencia en el espectro político de los caciques
de siempre y quienes han usufructuado siempre el ejercicio del poder
gubernamental.
No
es que sea solo el problema de la inseguridad pública la que golpea a los
pueblos y comunidades de Guerrero, sino que es la falta de una comprobada y
certificada confianza que deben tener a la luz de la opinión pública los que se
dedican a otorgar a la población la máxima responsabilidad que tienen
encomendada: seguridad física y patrimonial de los más de 3.5 millones de
guerrerenses, sin descuidar los miles de población flotante que son los
turistas que diario nos visitan en las diferentes regiones.
Además
de la certificación de confianza hacia los responsables de la seguridad
pública, los gobernados hemos dejado de creer en las autoridades estatales y
locales, sobre todo cuando utilizan discursos gastados y ropajes deslavados que
provocan la incertidumbre sobre el potencial político de estos hombres y
mujeres que nos deberían de representar tanto en puestos de gobierno como en
los asientos del poder legislativo o en los sillones del poder judicial.
Es
el descrédito ganado a pulso durante los últimos años en esta administración lo
que ha provocado que la población se organice para la defensa de sus propios
intereses, sin importarles las consecuencias jurídicas que sus actos puedan
provocar, mas no están dispuestos a seguir dependiendo de la seguridad de una
autoridad cómplice de la delincuencia, de unos policías corruptos, de unos
gobernantes traficantes y en total amasiato con los grupos del crimen organizado
que operan en la entidad.
Ni
el Operativo de Guerrero Seguro, ni la presencia de los policías federales, ni
las caravanas vehiculares de militares o marinos por las principales avenidas
del puerto de Acapulco, mucho menos los policías estatales, ministeriales o
preventivos, han surtido el efecto deseado y si en cambio han operado para
confundir a la población o para distribuirse las culpas de su inoperancia y de
sus fallidas estrategias para combatir no solo al crimen organizado sino
inclusive a la delincuencia común, como es el ejemplo mas vivo y reciente de lo
ocurrido a las seis turistas de origen español.
Que
más podemos demandar de la autoridad, cuando lo que se le ha solicitado que se
haga no se hace y continúan implementando cada dia nuevos operativos que se les
ocurre cada mañana y según sea el ánimo como amanecen.
El
gobernador del estado, Ángel Heladio Aguirre Rivero, ha insistido desde que
tomó posesión de su cargo—el pasado primero de abril del no tan lejano año del 2011—en
no hacer cambios en su gabinete y no amarrarle las manos a familiares para que
eviten continuar haciendo negocios con programas oficiales o con las compras de
servicios o bienes inmuebles.
En
cambio se ha olvidado en mantener en sus manos los hilos de la administración pública
estatal y que su palabra sea la última que se escuche y se acate, y no como
sucede en la actualidad, donde las riendas de la administración están en otras
manos y las decisiones que toma no son del todo escuchadas y menos atendidas
como debería ser.
Lo
anterior no es una idea, ni siquiera una aproximación, es lo que sucede actualmente
en el poder ejecutivo estatal. Cualquier
persona lo puede comprobar frente a promesas y compromisos contraídos con
anterioridad tanto en público como en privado que a la postre solo quedan en
eso, en compromisos fallidos y promesas incumplidas.
Los
campesinos lo saben, los defensores de los derechos humanos, los
universitarios, no se diga,los comuneros, también, particularmente los grupos
organizados como Tadeco, Tlachinolla, SNTE, CNTE, Ayotzinapa, CRAC, UPOEG,
Codehum y hasta partidos políticos: PRD, PRI, PT, MC y PANAL, grupos
empresariales y de comercio, taxistas, transportistas y productores de
oleaginosas o mineros, bien saben de lo
que se trata y de la forma como el gobernante ha perdido el sentido del tiempo
y el espacio en que le ha tocado asumir, por segunda ocasión, el destino de
Guerrero.
Lo
curioso es que cuando el ciudadano votó por Aguirre, lo hizo creyendo en que
por su experiencia anterior, iba a realizar un gobierno de excelencia. Este
paradigma quedó ya hecho trizas.
A
poco menos de dos años, la decepción ha caído como un fardo bastante pesado y difícil
de remover. La sociedad guerrerense ha decidido no creer más y hacerse justicia
por su propia mano.
Lo
mas grave de esta situación, es que algunos alcaldes se han mimetizado y
actúan igual o peor que el propio mandatario estatal.
Repiten
sus frases. Asumen posiciones similares y hasta replican discursos que después
desean enmendar y hasta se desbocan para pedir disculpas.
El
caso de Acapulco es patético. La promoción personal del alcalde Luis Walton
Aburto se ha desplomado pocos meses después de haber asumido el cargo. O le
faltan asesores o le sobran aduladores tal y como sucede en Chilpancingo. Y
todo esto sucede cuando los gobernantes casi no pisan el suelo (levitan) ni caminan
como los millones de guerrerenses que si tocan la tierra, sea con zapatos, huaraches
o descalzos.
Diógenes tendría bastante dificultad para
encontrar en estos momentos de crisis política y social de Guerrero, un hombre
sereno, con visión de estadista, concertador y probo que pudiese tomar las
riendas de la entidad.
No
existe tal hombre o mujer. No la vemos y al parecer ni ha nacido. Hay
prospectos pero que no cumplen con estas características. Y no es que andemos
buscando un sustituto al gobernador Aguirre, sino que lo vemos a mediano plazo,
cuando se tengan que postular candidatos a la gubernatura, hoy no aparece quien
tenga las herramientas necesarias para poder resolver los problemas que se le
heredará esta administración que apenas va a la mitad del camino.
El nuevo horizonte para
Guerrero
quedó en mero discurso. La herencia será peor de la que quedó a fines de los
noventas del siglo pasado. La carga será muy pesada y la futura administración
tendrá problemas para elevar el vuelo.
Los
ciudadanos nos quedamos pasmados. La crisis que vive Guerrero y la que impacta
en forma por demás negativa en Acapulco, no tiene parangón. Estamos ante
gobernantes buenos para el negocio público y privado, pero disminuidos para
procesar una nueva forma de actuar ante los retos que se les presentan a diario
en este naciente nuevo siglo XXI..
La
culpa de lo que sucede en Guerrero no es ni de la federación ni de los
extranjeros. Lo que pasa aquí, es cuestión de un Estado—con sus tres poderes
por delante—que no ha sabido articularse con responsabilidad y con la vista
puesta en los intereses de la comunidad y no de grupos de poder económico o
político en particular.
Hoy
los ciudadanos estamos en espera de lo que sea, de lo que Dios quiera, diría el arzobispo Carlos Garfias Merlo.
Estamos, mas bien, a la buena del destino y ojalá nos agarre confesados. Así
sea.
Periodista/Analista
Político*
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