TRASFONDO
Por JULIO ZENON FLORES*
En el nuevo PRD, del que hemos salidos muchos, y al que
muchos otros luchadores y simpatizantes de la izquierda le han perdido el
respeto, el gobernador Ángel Aguirre, lleva una gran ventaja al resto de los
líderes formales y de facto: el conoce mejor que nadie la práctica política que
ahora prevalece, pues la aprendió y la ejerció en el PRI, donde escaló a los
más altos niveles de representatividad y en donde, de no ser porque se fue al
PRD, hoy seguramente sería miembro del gabinete presidencial.
El problema es que ese conocimiento de la nueva práctica
política perredista, e n la que resulta ser el maestro, no le ha bastado para
controlar a todas las tribus. Y es que en el PRI son grupos, quizá esa sea la
única diferencia con el PRD, donde en vez de grupos hay tribus.
En la era del PRI, el gobernador era factor de unidad, nunca
de desunión, de sus compañeros de partido, porque en esencia, recaía en el
gobernador la obligación hacer ganar a su instituto político, en la mayoría de
los espacios de representación popular, en cada periodo electoral. Por eso,
llegado el momento, convocaba a cada jefe de grupo, los sentaba a todos, los
escuchaba y una terminados ellos de hablar, acordaba con todos. Cada jefe de
tribu salía con su pedazo de pastel. No había habido, en el era del PRI, la
desmesura de querer heredar cargos políticos a los hijos, así que cada quien se
llevaba su pedazo de pastel y su acuerdo de que en la siguiente eso mejoraría.
Si alguien sabe de eso, es Ángel Aguirre.
Pero fue el propio Aguirre Rivero, quien quiso romper esa
práctica del gobernador como punto de equilibrio en el partido; aún era del
PRI. Quiso imponer a su primo Añorve como candidato a gobernador y fue
derrotado internamente por René Juárez Cisneros, a la postre gobernador y quien
a su vez también ayudaría a derrotar a Héctor Astudillo, al elegir apoyar a
Zeferino Torreblanca Galindo.
En esta práctica política, insisto, el gobernador Aguirre
debía hoy ser factor de unidad en el PRD, porque sabe, por experiencia propia,
que si no hay unidad, se corren riesgos de perder la elección, dejarle la
puerta abierta a sus adversarios políticos, y sin embargo, Aguirre, está
actuando en sentido contrario.
Hoy Aguirre es factor de desunión, al pretender marginar a
una fuerza política que tiene entre sus haberes un diputado federal, tres
diputados locales, diversas secretarías de estatales, cargos en el partido y
regidores y alcaldes; una fuerza política que aliada a otra u otras, puede
pesar tanto que le represente un descalabro para el PRD en las elecciones
venideras.
Tan fácil que le resultaría al gobernador dar un paso
lateral, no atrás, porque un gobernador nunca debe pasos atrás, sólo un paso
lateral, acordar con la fuerza disidente la cesión de la candidatura en
Acapulco para Evodio Velázquez, a cambio de dos diputaciones federales para su
hijo el diputado local Ángel Aguirre Herrera y para él mismo, así como cargos
en la dirigencia nacional del PRD. Eso lo mantendría vigente, sin confrontarse,
y le permitiría consolidar su fuerza al interior del partido del sol azteca, e
ir en el 2018, por cargos de mayor relevancia, fortalecido por el hecho de
haber dejado al PRD y a la izquierda, unidos y con triunfos en la mayoría de
los cargos de representación popular.
Total, Evodio Velázquez, sólo sería candidato del PRD, como
lo fue en la elección pasada, y tendría aún que medirse con el que propusiera
Movimiento Ciudadano, para definir al candidato de la izquierda. En este lance,
el gobernador no arriesgaría el futuro político de su hijo, como si lo pondría
en riesgo si lo hace candidato a fuerzas, a su hijo y a toda la izquierda.
Aún estpa a tiempo Aguirre, de ser factor de unidad… so pena
de hacer perder las elecciones a la izquierda y abrir la puerta al regreso del
PRI ¿o no?
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El autor es comunicólogo, analista político y
marketer digital.
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